miércoles, 30 de julio de 2014

Bueno, bonito y barato



          Eso es lo que buscamos cuando vamos a la tienda, a los grandes almacenes o, incluso, al mercadillo del pueblo o del barrio. Queremos que el pantalón o el vestido nos quede bien, que con él se note lo guapos o guapas que somos. También queremos, faltaría más, que no se vaya a estropear con el primer lavado, o mejor, que aguante muchos, muchos lavados sin encoger o sin que destiña. Y que nos cueste lo justo. No están los tiempos para tirar el dinero. Lo mismo podemos decir de los muebles, de los zapatos o de las raciones de calamares... Nos gusta lo mejor y lo queremos, además, al mejor precio. Es natural. Los consumidores, las personas inteligentes o, sencillamente, juiciosas, buscan siempre lo que más les conviene en las mejores condiciones.

"Bueno, bonito, barato" se convierte en "rentable", "seguro" y "líquido".

          ¿Y cuando de lo que se trata es de invertir nuestros ahorros?. ¿Cómo sabemos si el  depósito o el fondo que nos están ofreciendo es el mejor para nosotros?. En el mundo de las finanzas y la  inversión, ¿también podemos encontrar cosas "buenas", "bonitas" y "baratas"?. Pues sí, claro que podemos encontrarlas. Lo que pasa es que, en los productos financieros, el "bueno, bonito, barato" se convierte en "rentable", "seguro" y "líquido". O, más técnicamente, rentabilidad, riesgo y liquidez son las tres características básicas de todo activo financiero que deberemos tener siempre presentes a la hora de decidir si invertir o no en un determinado producto.

El ahorrador también puede elegir bien


          Todo el mundo sabe, más o menos, lo que son la rentabilidad, el riesgo y la liquidez, - aunque nunca esté de más repasarlo, ahora lo haremos -, lo que también hay que conocer son las relaciones que ligan entre sí estas tres características, tener claro cómo se mueven, que no lo hacen de manera independiente, sino cada una de ellas en función de las otras dos. Veámoslo.

          La rentabilidad, es  bien sabido, consiste en lo que obtenemos, lo que ganamos, por invertir, es decir, por poner nuestros recursos a disposición de otras personas o entidades, que los emplearán en actividades productivas o en satisfacer necesidades de consumo. En otras palabras, es la retribución que recibimos por renunciar temporalmente a nuestros ahorros y por asumir el riesgo de no recuperarlos total o parcialmente al vencimiento. Esta es, precisamente, la justificación económica del interés. Y esto nos lleva a las otras dos características y sus relaciones.

        Riesgos, en finanzas, hay varios pero ahora nos interesa el más importante: la  posibilidad de que no recuperemos  nuestra inversión. Y acabamos de ver que el inversor querrá que este riesgo sea compensado con un interés adecuado: cuanto mayor sea el riesgo, mayor será el tipo de interés exigido. Y, al contrario, si no queremos correr riesgos, no podremos exigir rentabilidades. Así hemos llegado a la ley fundamental de las finanzas, la de la rentabilidad-riesgo: a mayor rentabilidad, más riesgo; a menos riesgo, menor rentabilidad. Sí, sé que todos Uds. la conocen, que lo saben, pero aún así, aunque me llamen pesado o digan que suelto perogrulladas, se la recuerdo. Es que, pese a conocerla todo el mundo, de vez en cuando se olvida y pasan cosas: que si preferentes, que si sellos...Por favor, tengan siempre presente, siempre, que nadie da duros a cuatro pesetas - me leerán esta expresión a menudo -, que si en estos momentos el activo sin riesgo - la deuda pública - está dando en torno al 2,6% anual a diez años, todo lo que le ofrezcan a más del 3% encierra algún peligro. Seguro.

"La rentabilidad, el riesgo y la liquidez suelen quedar ocultos. Así que pregunten y pregunten antes de firmar".

          La última de las tres características, la liquidez, también está relacionada con la rentabilidad. La liquidez expresa la facilidad de convertir nuestra inversión en efectivo en cualquier momento.  Recuerden que el interés retribuye al inversor por el riesgo asumido y por la renuncia temporal a sus ahorros. Por tanto, cuanto más tiempo o más difícil o costoso le resulte al inversor recuperar su dinero, mayor será la rentabilidad que exija.

          Al contrario que con un pantalón o con un bolso, en muchas ocasiones es difícil identificar si un producto de inversión es "bueno", "bonito" y "barato". La rentabilidad, el riesgo y la liquidez quedan ocultos, a veces camuflados o deformados, en la prolija y confusa letra pequeña de los contratos. Por favor, pregunten y pregunten hasta tenerlo todo claro antes de firmar. Que se lo expliquen. Y si aún así no lo acaban de entender, no lo contraten. Mejor renunciar a ese producto "perfecto" que lamentarnos después cuando descubramos, ya tarde, donde estaba el truco.


          ¡Feliz semana!

domingo, 27 de julio de 2014

De Médicos y Finanzas


          Un mundo en el que los médicos fuesen empleados de los laboratorios farmacéuticos. Imagínenselo. Las calles llenas de locales con los logotipos de los fabricantes de pastillas y jarabes, cada uno el suyo, y dentro, los médicos atendiendo a los pacientes. Un señor se siente mal, tiene una indigestión de categoría, y el médico decide, bueno, el médico no, el laboratorio que le paga la nómina al médico decide, que a ese señor hay que recetarle una pomada para las quemaduras. Puede que, en esta ocasión, la pomada no sirva de mucho, pero no importa. El laboratorio ya tiene sus cuentas hechas. Y lo que toca vender, lo que hay que colocar, es su pomada. Ahora es una señora la que se presenta en la "tienda-consulta" o "consulta-tienda" con su hija. Parece que el problema es amigdalitis. La niña tose, tiene fiebre, la garganta está irritada, infestada de placas, da susto vérsela... Pero es igual. La campaña en vigor es la de la pomada para las quemaduras, así que...a la chiquilla, también pomada. Salen de la "consulta-tienda" la madre y la hija con su pomada - y su amigdalitis sin resolver...- y entra un caballero de edad, una "persona mayor", como se dice ahora, al que los achaques hacen que le duelan los huesos hasta los tuétanos. Reuma. El doliente necesita algo que lo alivie, un analgésico. Pero, ya saben, el laboratorio tiene en marcha la campaña de la pomada. Así que averigüen Uds.... ¿Qué le receta nuestro "médico-empleado de laboratorio farmacéutico"?. Acertaron...¡La dichosa pomada!.


De médicos y finanzas
El asesor financiero, el médico de nuestros ahorros.

          Nuestro médico es un buen profesional y buena persona. Tiene conciencia. Sabe que a cada uno de los pacientes le tenía que haber recetado algo distinto. No caprichosamente sino según las necesidades y circunstancias de cada caso. Pero no. Ha recibido órdenes terminantes de la empresa, la que le paga la nómina, de no prescribir otra cosa que no sea la pomada. En las reuniones de zona los jefes han insistido una y otra vez en que se trata de una "campaña estratégica", en que las ventas de la pomada son vitales, en que si el empleado no cubre los objetivos de venta de pomada - sí, cada médico tiene unos objetivos de venta de pomada - su puesto está en el aire...Y, claro, nuestro médico, aunque muy a su pesar, acaba "colocando" la pomada.


"Inquietante un mundo en el que los médicos fuesen empleados de los laboratorios farmacéuticos...Pues ese es el mundo del ahorro y la inversión"

          Inquietante un mundo así... Pues ese es el mundo del ahorro y la inversión en el sistema financiero español. Las entidades hegemónicas en la captación de nuestro ahorro, los bancos, incurren, por su propia naturaleza, en un permanente conflicto de intereses. Tienen unos productos propios a los que dar salida y lo hacen aún cuando ello vaya en perjuicio de sus clientes. Por desgracia, en nuestro país hemos vivido en estos últimos años numerosos y clamorosos ejemplos. La solución para evitarlo, ya más que probada y comprobada en otros países con mayor tradición financiera y que desde hace un tiempo se viene implantando en el nuestro, es el asesoramiento financiero independiente. Esta es la clave: la independencia. No depender de nadie y no tener producto propio. Cuando visitamos a un médico o a un abogado, buscamos a un profesional que esté de nuestra parte, que estudie nuestro caso, que nos dé las soluciones adecuadas a nuestras circunstancias y necesidades, es decir, nuestra solución, no la solución para la cuenta de resultados de la entidad. Que cuando asesore no reciba órdenes de nadie, no piense en otros intereses que no sean los de su cliente. Eso es la independencia. ¿Por qué no hacer lo mismo con nuestros ahorros?. ¿Por qué no empezamos a exigir ese asesoramiento financiero independiente?.

          Los financieros son unos productos y servicios complejos. Y cada vez más. Antes de contratar nada, después ya es demasiado tarde, hay que informarse,  investigar, tener perfectamente claro qué es lo que nos están ofreciendo. Invertir solamente en algo que entendamos. Y si no lo entendemos,  buscar a alguien que sí lo entienda y preguntarle. Preguntarle las veces que hagan falta hasta que nosotros también lo entendamos. Esa es, precisamente, mi intención con esta columna. Quiero que sirva como un espacio de divulgación financiera, como un foro donde hacer preguntas y resolver dudas. Pretendo acercar la economía y las finanzas, que tan ásperas parecen resultar a veces, a la gente, a las personas. Para que puedan decidir de manera libre y responsable sobre su propio dinero, en definitiva, sobre su propia vida. Voy a poner todo mi empeño en ello. Espero no defraudarles.

          ¡Feliz semana!

Nota: Espero que los médicos que hayan leído este artículo se hayan tomado con sentido del humor la comparación. Si mi pequeña historia habla de ellos, es, precisamente, porque los tengo como modelo de profesionales independientes totalmente entregados a sus pacientes. Sirvan estas líneas como mi reconocimiento personal a su labor.