lunes, 17 de noviembre de 2014

Un ejercicio de cinismo a cuenta de las preferentes.


          Los señores Santos Llamas y Julio Fermoso, en su comparecencia ante la Audiencia Nacional, hacen un ejercicio de cinismo. Lean si no la noticia. Porque hay que ser cínicos para afirmar, aunque sea acogiéndose a su derecho a la defensa, que las entidades que dirigían emitieron participaciones preferentes porque los clientes "así lo reclamaban". Las participaciones preferentes se emitieron porque "así lo reclamaba", no la clientela, sino la calamitosa situación patrimonial en que se encontraban las cajas, Y como era dudoso que ningún inversor institucional, es decir, profesional y entendido, estuviese dispuesto a correr riesgos apuntalando estas entidades, sus directivos decidieron tapar el agujero por la vía más fácil: colocando las participaciones entre un público cautivo: los clientes de toda la vida, que no iban a leer, ni a entender, los contratos, ni a pedir las cuentas de las cajas para analizarlas. Sencillamente confiaban en el personal de las oficinas. 

          Una vez más hablo con conocimiento de causa. Ya saben que he sido empleado de banca y viví en primera persona todo aquello. No recuerdo a ningún cliente que fuese a la oficina a pedir "preferentes". Lo que sí recuerdo perfectamente es la presión e insistencia de los superiores para que las preferentes se ofreciesen y "colocasen" entre los clientes como fuese. El futuro de la entidad - ¿o era realmente el de los directivos? - iba en ello. 
           En fin, un capítulo más de esta triste historia. Esperemos que la justicia haga su trabajo y ponga a cada uno en su sitio.

Miguel Ángel Fernández Ordóñez y la "reestructuración" bancaria: Su visión.

          Emplea Miguel Ángel Fernández Ordóñez en este artículo un tono neutro, distante, estrictamente técnico, el de un especialista ajeno al proceso de "reestructuración" bancaria que se limita a describirlo y valorarlo de una manera pretendidamente objetiva e imparcial. Leyéndolo, nadie diría que fue gobernador del Banco de España. Aunque en el encabezamiento del artículo sí se dice expresamente, él no lo menciona en ningún momento. Parece como si quisiera pasar por alto que él fue uno de los responsables - el otro es Jaime Caruana - de la supervisión de las entidades bancarias, lo que incluye las cajas, en los años de la burbuja, es decir, cuando se gestó la crisis, y también durante los primeros años de la debacle.

Y no vio nada. No vio que las cajas estaban incumpliendo la normativa sobre concentración de riesgos, límites sobre capacidad de endeudamiento, relación préstamo/valor de tasación en los préstamos hipotecarios, ocultación de mora, frecuentemente de manera burdísima, en forma de refinanciaciones o recurriendo a métodos aún más toscos y tantas y tantas otras cosas...Pero la realidad es muy tozuda y cuando el agujero ya no se podía tapar y amenazaba con tragarse a las cajas, se emitieron las participaciones preferentes, que, recordemos, computaban como recursos propios, es decir, servían para reponer el capital devorado por una mora creciente. Así, los costes de la mala gestión se trasladaban a los ahorradores. En esto, la CNMV tampoco estuvo muy fina.

Sé de lo que estoy hablando. Yo lo he vivido desde dentro, como empleado de banca, y me preguntaba, asombrado, cómo es que la inspección del Banco de España no detectaba estas malas prácticas. Hasta que finalmente todo estalló. Lo demás ya es conocido. Rebatir las afirmaciones que hace Fernández Ordóñez daría para todo un artículo. Pero no es este el lugar para extenderme. Sólo quiero hacer notar que tras el baile de cifras y normas que este señor refiere de una manera tan neutra, hay millones de historias de sufrimiento humano. De desempleados, de desahuciados, de ahorradores engañados, de empleados de banca en la calle...Lean el artículo y saquen sus propias conclusiones.

martes, 11 de noviembre de 2014

"Valores y empresa" o "Filosofía y managament"

          El titular de la noticia es inequívoco. Y expresa una idea de la que, tanto por lecturas como por mi propia experiencia personal y profesional, estoy cada vez más convencido: los valores deben regir inexcusablemente tanto el comportamiento individual como el funcionamiento de las organizaciones. 

          En este caso es Dov Seidman, uno de los expertos en "management" más populares del momento, el que afirma que son los valores lo que realmente diferencia una organización de otra. Aquellas empresas que no lo vean así y se muevan exclusivamente en función de su cuenta de resultados están abocadas al fracaso. 

     Habla Seidman de "compromiso", de "confianza", de "empleados que no estén sometidos a una obediencia ciega sino que cuenten con autonomía, que no sólo se sientan motivados sino inspirados por los valores y la misión de la empresa. Y para ello hay que conectar con sus valores, creencias y su fidelidad". En resumen, una cultura empresarial que podríamos calificar de "humanista". Este es, parece ser, el gran descubrimiento que acaban de hacer los "gurús" y las escuelas de negocios: las empresas se relacionan con personas y a las personas conviene tratarlas como tales, humanamente.

Dov Seidman: “En los valores reside la verdadera ventaja competitiva”


         Para los expertos de las escuelas de gerencia puede ser toda una novedad pero para los filósofos, no. Lo vienen diciendo desde hace más de 2000 años. No sólo los occidentales sino, también, los de las otras dos grandes tradiciones filosóficas: indios y chinos. Los principios de respeto por uno mismo y por los demás, la coherencia, la integridad, la ecuanimidad, el altruísmo, la sincera preocupación por todo lo humano, son ideas que aparecen constantemente en la mayoría de las grandes corrientes de pensamiento. "El fin no justifica los medios" o el "trata a los demás como un fin, no como un medio", de Kant, son dos máximas filosóficas, de entre muchas, que se me ocurren ahora mismo para expresar este idea. 

     Lo importante es que tengamos presente que la actividad económica, la actividad empresarial, son actividades humanas en la que intervienen y que afectan a seres humanos y en las que, por tanto, estos, los seres humanos, sus necesidades y aspiraciones, deben ser el centro. Una verdad de perogrullo pero que, me da la impresión, parece que no acaba de calar entre los directivos españoles, especialmente entre los de la banca. Será, quizá, porque sus interminables jornadas de trabajo "autoimpuestas" apenas les dejan tiempo para reflexionar. Una lástima. Les animo a que, de vez en cuando, hagan un alto, cojan un clásico de filosofía y le echen un vistazo. Con un poco de suerte, descubrirán que no todo vale en nombre de la cuenta de resultados. Si esto ocurriese, si tuviésemos la fortuna de que hiciesen ese "descubrimiento", seguro que a todos nos iría mejor.

Henry Mintzberg y las retribuciones de los directivos

          Soy un asesor financiero muy preocupado por los aspectos éticos de las finanzas y la actividad empresarial. Por eso recomiendo vivamente la lectura de la entrevista a Henry Mintzberg. En ella, el profesor canandiense expone ideas sobre las que vengo reflexionando desde hace algún tiempo y en las que coincido con él, en especial, las repercusiones sobre las empresas y la sociedad de los sueldos desmesurados de los directivos: ¿Están justificados?. ¿Son morales?. 

          A mi juicio, todos tenemos algo que aportar a la sociedad con nuestro trabajo. Cada cual, por supuesto, en la medida de sus posibilidades. Pero, tanto desde el más humilde obrero del campo, la industria o los servicios, hasta el más reputado de los médicos, ingenieros o ejecutivos, todos contribuyen, contribuimos, al funcionamiento y desarrollo de la sociedad poniendo a disposición de los demás nuestros conocimientos, habilidades, experiencia... 


HENRY MINTZBERG / PROFESOR EN LA DESAUTELS FACULTY OF MANAGEMENT EN CANADÁ

“Los bonus de los ejecutivos destruyen las compañías”

Henry Mintzberg (Montreal, Canadá, 1939) es una de las principales voces del management en el mundo



          Esto me lleva a plantearme las siguientes preguntas:¿Realmente el trabajo de alguien vale cientos o miles de veces más que el de otras personas?. ¿Quién mide, cómo se valora esa supuesta aportación a la empresa o a la sociedad que justifique una retribución semejante?. Voy más allá y me planteo qué tipo de persona puede ser aquella, qué podemos esperar de quien se cree con derecho a ganar miles de veces más que los demás empleados de su compañía ¿Se ven, se sienten diferentes, más valiosos, superiores al resto de los humanos?. Creo que en España la respuesta la estamos encontrando en lo que ha sucedido con las antiguas cajas. Lo que un día sí y otro también se está descubriendo sobre el estilo de gestión y otras prácticas de sus directivos nos está revelando cual es su talla y calidad humana. 

          ¿Y cual ha sido el resultado de esa gestión que, se supone, justificaba tales retribuciones?. Instituciones centenarias quebradas y desaparecidas, más de 50.000 millones de euros en ayudas públicas perdidos, clientes - tanto ahorradores como prestatarios - perjudicados y miles de empleados de banca en la calle. En fin, todo esto da para un artículo que espero publicar próximamente en mi blog. Ahora sólo quiero señalar que, a mi juicio, esto es lo que ocurre cuando el dinero deja de ser lo que es, un mero medio, y pasa a ser un fin en si mismo, al que todo se supedita y sacrifica: ética, principios y, en última instancia, la dignidad de los seres humanos.