Eso es lo que buscamos cuando vamos a la tienda, a los
grandes almacenes o, incluso, al mercadillo del pueblo o del barrio. Queremos
que el pantalón o el vestido nos quede bien, que con él se note lo guapos o
guapas que somos. También queremos, faltaría más, que no se vaya a estropear
con el primer lavado, o mejor, que aguante muchos, muchos lavados sin encoger o
sin que destiña. Y que nos cueste lo justo. No están los tiempos para tirar el
dinero. Lo mismo podemos decir de los muebles, de los zapatos o de las raciones de calamares... Nos gusta lo mejor y lo queremos, además, al mejor precio. Es
natural. Los consumidores, las personas inteligentes o, sencillamente,
juiciosas, buscan siempre lo que más les conviene en las mejores condiciones.
"Bueno, bonito, barato" se convierte en "rentable", "seguro" y "líquido".
¿Y cuando de lo que se trata es de invertir nuestros
ahorros?. ¿Cómo sabemos si el depósito o
el fondo que nos están ofreciendo es el mejor para nosotros?. En el mundo de
las finanzas y la inversión, ¿también
podemos encontrar cosas "buenas", "bonitas" y
"baratas"?. Pues sí, claro que podemos encontrarlas. Lo que pasa es
que, en los productos financieros, el "bueno, bonito, barato" se
convierte en "rentable", "seguro" y "líquido". O,
más técnicamente, rentabilidad, riesgo y liquidez son las tres características básicas de todo activo
financiero que deberemos tener siempre presentes a la hora de decidir si
invertir o no en un determinado producto.
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El ahorrador también puede elegir bien |
Todo el mundo sabe, más o menos, lo que son la rentabilidad,
el riesgo y la liquidez, - aunque nunca esté de más repasarlo, ahora lo haremos
-, lo que también hay que conocer son las relaciones que ligan entre sí estas
tres características, tener claro cómo se mueven, que no lo hacen de manera
independiente, sino cada una de ellas en función de las otras dos. Veámoslo.
La rentabilidad, es bien sabido, consiste en lo que obtenemos, lo
que ganamos, por invertir, es decir, por poner nuestros recursos a disposición
de otras personas o entidades, que los emplearán en actividades productivas o
en satisfacer necesidades de consumo. En otras palabras, es la retribución que
recibimos por renunciar temporalmente a nuestros ahorros y por asumir el riesgo
de no recuperarlos total o parcialmente al vencimiento. Esta es, precisamente,
la justificación económica del interés. Y esto nos lleva a las otras dos
características y sus relaciones.
Riesgos, en finanzas, hay varios pero ahora nos interesa el
más importante: la posibilidad de que no
recuperemos nuestra inversión. Y
acabamos de ver que el inversor querrá que este riesgo sea compensado con un
interés adecuado: cuanto mayor sea el riesgo, mayor será el tipo de interés
exigido. Y, al contrario, si no queremos correr riesgos, no podremos exigir
rentabilidades. Así hemos llegado a la ley fundamental de las finanzas, la de
la rentabilidad-riesgo: a mayor rentabilidad, más riesgo; a menos riesgo, menor
rentabilidad. Sí, sé que todos Uds. la conocen, que lo saben, pero aún así,
aunque me llamen pesado o digan que suelto perogrulladas, se la recuerdo. Es
que, pese a conocerla todo el mundo, de vez en cuando se olvida y pasan cosas:
que si preferentes, que si sellos...Por favor, tengan siempre presente,
siempre, que nadie da duros a cuatro pesetas - me leerán esta expresión a
menudo -, que si en estos momentos el activo sin riesgo - la deuda pública -
está dando en torno al 2,6% anual a diez años, todo lo que le ofrezcan a más
del 3% encierra algún peligro. Seguro.
"La rentabilidad, el riesgo y la liquidez suelen quedar ocultos. Así que pregunten y pregunten antes de firmar".
La última de las tres características, la liquidez, también
está relacionada con la rentabilidad. La liquidez expresa la facilidad de convertir
nuestra inversión en efectivo en cualquier momento. Recuerden que el interés retribuye al
inversor por el riesgo asumido y por la renuncia temporal a sus ahorros. Por
tanto, cuanto más tiempo o más difícil o costoso le resulte al inversor
recuperar su dinero, mayor será la rentabilidad que exija.
Al contrario que con un pantalón o con un bolso, en muchas
ocasiones es difícil identificar si un producto de inversión es
"bueno", "bonito" y "barato". La rentabilidad, el
riesgo y la liquidez quedan ocultos, a veces camuflados o deformados, en la
prolija y confusa letra pequeña de los contratos. Por favor, pregunten y
pregunten hasta tenerlo todo claro antes de firmar. Que se lo expliquen. Y si
aún así no lo acaban de entender, no lo contraten. Mejor renunciar a ese
producto "perfecto" que lamentarnos después cuando descubramos, ya
tarde, donde estaba el truco.
¡Feliz semana!